martes, 8 de marzo de 2011

JOVENES Y JUVENTUD

Documento construido colectivamente por el equipo de profesionales de Corporación Caminos
Santiago de Cali, febrero de 2011

INTRODUCCIÓN
El texto que se presenta a continuación es el resultado de debates y construcción colectiva de los profesionales que integran la Corporación Caminos, en torno al tema de la juventud, y lo que significa ser joven en el contexto colombiano y, específicamente, en la ciudad de Cali, donde se desarrolla la labor institucional.
En un primer momento, se pretende mostrar la complejidad del contexto urbano y las principales dificultades que pueden encontrar los jóvenes en él. Se abordan aspectos como las representaciones sociales (en muchos casos estigmatizantes) que se tienen sobre el joven.
Por otra parte, se intenta resaltar aspectos positivos de la oferta ciudadana y del acceso de los jóvenes a ella, planteando una postura institucional a favor de la inclusión social, mediante la transformación de las representaciones sociales negativas inicialmente expuestas.
Jóvenes y ciudad
Santiago de Cali, bajo una óptica parcial y estigmatizada, ha sido denominada la ciudad de la rumba y de las lindas mujeres. Se trata de una ciudad golpeada fuertemente por el fenómeno del narcotráfico y, actualmente, invadido por las redes del microtráfico. Un marco complejo para entender el acercamiento de los jóvenes a los diferentes consumos.
Encontramos en ella jóvenes marcados por la moda, por el culto al cuerpo, por la música y el baile cada vez con más erotismo y menos recato. Jóvenes que transitan una ciudad marcada por el consumo de sustancias psicoactivas1, tanto legales como ilegales, donde el consumo de algunas de ellas avalado y promovido desde todas las esferas sociales (la familia, los pares, la rumba, el deporte, la salud, la educación, el gobierno, las empresas…).
La Corporación Caminos, con sus 35 años de intervención en la prevención y el tratamiento del consumo de sustancias psicoactivas, empieza a preguntarse cómo puede entenderse al joven –sujeto de la acción2- y, de esta manera, hacer un aporte al campo
1 “Término que abarca a sustancias culturalmente aceptadas como el alcohol y el cigarrillo, así como a las demás sustancias que pueden alterar el funcionamiento del sistema nervioso central al ser consumidas por el ser humano, tales como: los ansiolíticos, la marihuana, la cocaína, el éxtasis, la heroína, entre otras.” RODRÍGUEZ, Pablo. El consumo de sustancias psicoactivas:¿Cómo prevenirlo?¿cómo detectarlo?¿cómo tratarlo? Corporación Caminos, 2003.
2 Según Max Weber (Filósofo, Sociólogo y Politólogo), la acción social es toda acción que tenga un sentido para quienes la realizan, afectando la conducta de otros; la acción individual proviene de las ideas y creencias propias, la acción social ocurre cuando la acción individual influye de alguna manera en el ambiente social y académico. Igualmente, invita a todas las instituciones que ofrecen servicios dirigidos a los jóvenes, a que se hagan esta gran pregunta.

Y, ¿qué es ser joven?

Una primera definición de lo que significa ser joven está basada en el desarrollo biológico, asociado al desarrollo cronológico. Encontramos, entonces, que joven es toda persona cuya edad esté comprendida entre los 14 y los 26 años. Esta definición contiene la idea de que, en estas edades, se presentan múltiples cambios físicos, emocionales y sociales, que hacen que esta etapa evolutiva sea vivida como un momento de crisis.
Según la ley de Juventud (Ley 375), expedida en Colombia el 4 de julio del año 1997, se reconoce a los hombres y mujeres mayores de 14 años y menores de 26 años, como sujetos jóvenes con derechos y deberes. Según esta ley, la juventud es un cuerpo social dotado de una considerable influencia en el presente y en el futuro de la sociedad, que puede asumir responsabilidades y funciones en el progreso de la comunidad. Según la ley, el mundo juvenil son los modos de sentir, pensar y actuar de la juventud, que se expresan por medio de ideas, valores, actitudes y dinamismo interno.
Sin embargo, el rango de juventud está marcado por factores culturales que hacen que las crisis y su gestión3 sean más duraderas o más problemáticas, de acuerdo con el contexto cultural en el que los jóvenes se desenvuelven.
“Más que de una evolución fisiológica concreta, la juventud depende de unos términos culturales que difieren según las sociedades humanas y las épocas, imponiendo cada una de ellas, a su modo un orden y un sentido a lo que parece transitorio y hasta desordenado y caótico.
Las sociedades “construyen” siempre la juventud como un hecho social inestable y no sólo como un hecho biográfico o jurídico petrificado; y mejor aún, como una realidad cultural –preñada de una multitud de valores y usos simbólicos-, y no sólo como un hecho social inmediatamente observable”4
“La liminalidad esencial de la juventud, conjugada con la brevedad mayor o menor de su travesía, es lo que en resumidas cuentas la caracteriza, pero de manera diferente según las sociedades, y por consiguiente determinan tanto las actitudes “de los demás” respecto a ella como la visión que los jóvenes tienen de si mismos” 5
3 El término gestión se ha acuñado de la teoría de los conflictos, según la cual el conflicto es inherente al hombre y es inevitable. Extrapolando el concepto, podría pensarse que las crisis son inherentes al desarrollo humano y es la forma como se viven y se tramitan lo que las convertiría en problemáticas.

En nuestro contexto, se ha construido una imagen de lo que un joven debe ser, que puede no corresponderse con la realidad. Por una parte, desde la familia y desde la escuela sigue concibiéndose la juventud como una etapa privilegiada de “moratoria social”, entendida ésta como el lapso que media entre la madurez física y la madurez social. Un tiempo de espera, de transición y de preparación para la vida adulta. Un período de idealización del sujeto en relación con las instituciones; un joven que se percibe como aquél que debe ser obediente a sus padres, al colegio (y, en general, al pensamiento institucionalizado) y que seguirá siendo dependiente de otros hasta su adultez que, entre otros aspectos, se relaciona con su independencia económica.
Por otra parte, los medios masivos de comunicación construyen el concepto de lo juvenil exaltando valores como la belleza, la fuerza, la rapidez, la energía, la libertad y motivando la vida social cotidiana alrededor de distintos consumos, los cuales se convierten, para muchos jóvenes, en la única forma de inclusión.
Así las cosas, el discurso institucionalizado6 en torno a la familia y la escuela, entra en contradicción con el promulgado a través de los medios masivos de comunicación. Mientras la institucionalidad refuerza el estudio y el trabajo como mecanismos de éxito y ascenso social, logrables en el mediano y largo plazo, los medios insisten en lo inmediato, en lo fácil, en lo placentero, en el riesgo y la ilegalidad como mecanismos para lograr la movilidad social.
Nuestros jóvenes quedan, por tanto, atrapados entre lo que se les exige para el futuro y lo que se les está pidiendo para el presente por la sociedad de consumo.
Cuando el joven real (el joven que transita los espacios de la ciudad) se sale de los cánones sociales (construidos por adultos y para adultos), la reacción general puede ser de rechazo, estigmatización y exclusión.
En este aspecto, sería pertinente recordar que el joven se encuentra aún construyendo la manera en la cual ejercerá su ciudadanía; algunos de ellos cuentan con mayores escenarios de participación y podrían generar un sentido de pertenencia y de responsabilidad hacia su espacio vital. Otros pueden ser habitantes de una ciudad que probablemente no conciben como suya.


Ser joven hoy: caminos que se cruzan

Los jóvenes son descritos cotidianamente como rebeldes, problemáticos, conflictivos, desconociendo sus potencialidades. Deben enfrentar estigmatizaciones sociales, las cuales se profundizan cuando se presenta el consumo de sustancias psicoactivas, que genera su exclusión.
La estigmatización del joven parecería ser la única realidad posible en muchos círculos sociales; sin embargo, recordando que la pertenencia a un grupo es de suma importancia en la adolescencia, la exclusión social podría estar fortaleciendo los vínculos entre los jóvenes que se encuentran al margen de la vida social.
El joven está construyendo su identidad, a partir de sus referentes. Usualmente entendemos los referentes como las figuras significativas (por lo general adultas), que fungen como modelos. Es a partir de los referentes identitarios como el joven construirá su postura frente al mundo que le rodea.
En nuestro contexto actual, los medios masivos de comunicación y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han llegado a ocupar un lugar importante en la construcción de la identidad juvenil. La información llega a los jóvenes sin ningún tipo de filtro, sin que muchas veces los adultos de referencia les ayuden a darle sentido a lo que reciben. La información suele tener una intencionalidad que puede estar referida al sostenimiento de la sociedad de consumo.
Sumado a lo anterior, encontramos una fuerte tendencia al hedonismo en los jóvenes, alimentada por el poco acceso7 a las ofertas para la ocupación del tiempo libre y por la cultura del facilismo. “Cuando el sistema axiológico del joven comienza a ser orientado por modelos centrados, exclusivamente, en el hedonismo del consumo, su proyecto de vida se agota en una exaltación individualista que lo despoja de su identidad social”Miguez, Hugo A. 1998:108).

Al ubicar el proyecto de vida como una planificación en la que inciden por dichos modelos y en los que se plantea la necesidad de capturar desmesuradamente el futuro a través del presente, el ambiente siempre ofrece oportunidades de acción para mejorar la vida de cada uno de los jóvenes: oportunidades de educación y de prevención como apertura a lo imprevisible y a la continua autoprotección, o como planificación determinista de la “realidad”, que todavía no está presente pero que será de acuerdo con lo predeterminado.Escasez de ofertas, poca publicidad, desinterés, desconocimiento, falta de apropiación de los servicios de uso del tiempo libre

Al percibir sus limitaciones, el joven puede adoptar dos actitudes: asumir la responsabilidad de superar indefinidamente esta situación, o replegarse sobre sí mismo y aceptar la alienación que deriva de la sumisión y la conformidad con el presente.
En el primer caso, el joven se conquista y se construye poco a poco elaborando su proyecto de vida. En el segundo, construye la involución paulatina o rápida de su ser; por eso, la realización del proyecto de vida abre caminos, alternativas y proyectos nuevos, pues el proyecto de vida no es otra cosa que la acción siempre abierta y renovada de superar el presente y abrirse camino hacia el futuro, a la conquista de sí mismo y del mundo en que se vive.
Posiblemente la tendencia al hedonismo, incorporada al modus vivendi impuesto por el narcotráfico, incentiva prácticas y valores donde prevalecen las relaciones de poder, el uso indiscriminado de la fuerza y nuevas formas de significar la vida y la muerte. Desde esta nueva noción del mundo –especialmente acogida en jóvenes de sectores populares- la prioridad para estos sujetos consiste en exhibir el poder, la capacidad de consumo y el derroche, incidiendo en un aparente desinterés de los jóvenes por acceder a la educación formal. “Para muchos jóvenes, e incluso para sus familias, la educación no es suficientemente atractiva como factor de ascenso y reconocimiento social, frente a otras opciones más inmediatas y “fáciles”, como las ofrecidas por el narcotráfico, contrarias al esfuerzo intelectual y al trabajo.
Por otra parte, puede existir una dicotomía entre lo que el joven desearía ser y lo que puede tener, en una sociedad que estima la capacidad adquisitiva como uno de los mayores logros de un individuo, incluso si, para alcanzarla, es necesario pasar sobre otros seres humanos.
En un medio como éste, donde ser joven parecería ser valorado como negativo, donde los espacios vitales son cada vez menos acogedores, donde la familia se percibe como ausente y donde el entorno social aparece permeado por distintas formas de violencia, podría pensarse como una conducta adaptativa el recurso a la violencia por parte de los jóvenes.
Al mismo tiempo, se alimenta la idea de que los jóvenes padecen la violencia, a partir de su ubicación como principales víctimas y victimarios. Como actor social de la violencia, el joven sólo puede aparecer como un individuo de riesgo para su entorno, o como un individuo en riesgo y al cual es necesario proteger, sin tomar en consideración el desarrollo de su autonomía.

Lo anterior marca la forma de vinculación afectiva, entendida como la manera particular en que los jóvenes se relacionan con el otro o los otros (pares y familia) y en el que se crea un tipo particular de relación, teniendo en cuenta el momento, las circunstancias y la significación que se le otorga al otro. Lo que se ha encontrado en la praxis de la Corporación Caminos es que esta vinculación es cada vez más débil: sólo hay interacción, una relación interpersonal pero aún no un vínculo, no hay un apego ni una relación de confianza y seguridad y el otro no tiene una significación, lo cual refuerza la sensación de soledad.

Cuando en el camino no se tiene compañía
Es de anotar que la soledad en los jóvenes no necesariamente está asociada con la ausencia física de padres, cuidadores u otros; está, más que todo, asociada a la debilidad en las redes de apoyo, familiares y sociales. Si bien es cierto que las familias, en muchos casos, se encuentran ausentes, atrapadas de lleno en los devenires económicos y laborales que la actualidad demanda y que, para que se posibilite el adecuado desarrollo del ser humano, son indispensables la independencia y la autonomía, hay que reconocer que, a lo largo de nuestra vida, no se puede prescindir del apoyo y de la compañía de los otros.
Tanto los individuos como las familias necesitan de redes y ser capaces de construirlas. Durante el proceso de aproximación, comprensión y afianzamiento de las redes, surge un lenguaje compartido que posibilita la identidad, la solidaridad y la unión, dando prioridad a lo afectivo sobre otras formas de la interacción o del comportamiento.
Las redes articulan la vida de los individuos y los jóvenes: es en ellas donde el afecto, la unión, las emociones y las representaciones que del otro se construyen, se van fortaleciendo. Se podría afirmar que las redes pasan por diferentes momentos en los cuales sus lazos se consolidan o se debilitan, de acuerdo con la capacidad de asimilación y respuesta de sus integrantes. Es aquí donde se requiere que las familias y los jóvenes desarrollen la habilidad para definir las redes con las que cuentan y ampliarlas, comprendan el sentido de las mismas, integrándolas de tal forma que aumenten su perspectiva en relación con el entorno que los rodea, el cual les puede facilitar múltiples alternativas ante las situaciones y los distintos escenarios que se viven en la cotidianidad y que componen su experiencia de vida.


Corporación Caminos: guías en el sendero

Es así como convergen el servicio de prevención y el servicio de tratamiento de la Corporación Caminos. La falta de unión, la escasa comunicación en la familia y las debilitadas o desconocidas redes sociales y familiares de apoyo, aparecen como factores de riesgo relevantes en el surgimiento de conductas asociadas al consumo de sustancias psicoactivas; por lo tanto, es necesario fortalecer o construir el vínculo en la familia, para proteger a los jóvenes (y otros miembros de la familia) de situaciones de riesgo psicosocial.
Surge entonces la inquietud: si el mundo adulto ha generado una ruptura con el mundo juvenil, es de esperarse que los jóvenes respondan a esa ruptura, construyendo una visión negativa del adulto. ¿Cómo construir una visión positiva de sí mismo y del futuro, cuando se percibe de manera negativa la adultez?
Otro aspecto que ha de tenerse en cuenta es la imagen que cada persona construye de sí misma. Mucho se ha hablado de la importancia de la autoestima y del autoconcepto en el desarrollo armónico del ser. Sin embargo, ¿no es en el espejo donde se refleja nuestra imagen? ¿Cómo construir una imagen positiva de sí, cuando la valoración social pareciera ser negativa?

El equipo de trabajo de la Corporación Caminos observa que, incluso desde la literatura, es difícil encontrar referencias proactivas frente al estadio de la juventud.
Esto podría obedecer a un interés deliberado en reforzar la imagen negativa que se tiene del joven.
Si el embate es generalizado, la masa actúa como una coraza. Los jóvenes, como un solo ejército desafiante del mundo adulto, promueven comportamientos que desconciertan a los adultos y los llevan a tomar acciones represivas. Pero si bien la masa trae beneficios, también encierra una trampa: la pérdida de la individualidad.
Encontramos jóvenes que conforman grupos que han sido denominados “tribus urbanas”, por el tipo de interacciones que establecen entre ellos y en relación con un territorio real o construido simbólicamente. Estos grupos son fomentados por el desarraigo y los fenómenos sociales, económicos, políticos y religiosos que dejan secuelas en la cultura, tales como: el narcotráfico, la delincuencia organizada, la pérdida del poder de convocatoria de las ideologías y prácticas religiosas, los antivalores promovidos por los medios de comunicación, la cultura del consumo y sus fenómenos artísticos masificadores y la vulnerabilidad social, legal y política en que emergen jóvenes de todos los estratos. como el consumo de sustancias psicoactivas, la violencia o el ejercicio temprano de la sexualidad
Son visibles e invisibles al mismo tiempo, se movilizan agrupados, marchantes, coloridos, dirigidos por líderes, movilizados por sus propios chamanes, defendidos por sus guerreros, cubiertos de atavíos y parafernalias estéticas distintivas, casi en serie de producción industrializada que involucran acervos musicales regularmente foráneos, asumidos como propios y sentires que, aunque producto de la globalización, constituyen un no lugar como sujeto social que es arrojado contra el mundo adulto que lo invalida, lo elude y le otorga el dominio de su libre albedrio a las múltiples pseudoreligiones que lo seducen (incluyendo la moda y el fútbol, entre otros).
Las tribus urbanas se fortalecen donde no crece el vínculo afectivo de la familia con el joven, en el no lugar entre la niñez y la adultez. Se construyen y se destruyen rápidamente amalgamas de lenguajes y reglas internas que son diferenciadoras de otras formas de asociación entre jóvenes que hay en la ciudad.
El joven se debate entre la necesidad de figurar, de ser reconocido y la comodidad del anonimato.
Bajo este panorama, la Corporación Caminos propone que el abordaje con jóvenes incluya estrategias proactivas, restando valor a la mirada negativa que sobre ellos se ha instaurado. Este tipo de estrategias debería permear, desde los servicios de prevención y tratamiento, los otros círculos de socialización juvenil, para generar transformaciones de tipo cultural, que permitan a los jóvenes ubicarse en otro lugar, ser más propositivos y lograr que su palabra sea tenida en cuenta.
Por supuesto, se reconoce la existencia de otros jóvenes (hombres y mujeres) que alimentan su proyecto de vida de otras escenas culturales, sociales, científicas, académicas, aquellos interesados en las alternativas que ofrece la escena social. Desde este reconocimiento, se propone buscar que éste sea el lugar general del joven, que lo que socialmente sea percibido como natural en los jóvenes sea destacarse por su capacidad creativa, propositiva, de participación en diferentes ámbitos y, de la misma forma, la sociedad permita su inclusión, la diversidad cultural y valore sus distintas (y posiblemente nuevas) formas de concebir el mundo y las cosas.
Se considera que esto es viable si se consigue potenciar las fortalezas de los jóvenes y atender su vulnerabilidad, buscando nuevas formas de inclusión social. Esto implica que los jóvenes tengan acceso a la oferta de servicios (físicos, culturales, educativos, recreativos, preventivos, de salud, etc.) que brinda la ciudad y, también, que cuenten con espacios de expresión y participación desde los cuales puedan incidir social y políticamente.






BIBLIOGRAFÍA:-

RODRÍGUEZ, Pablo. El consumo de sustancias psicoactivas: ¿Cómo prevenirlo?¿cómo detectarlo?¿cómo tratarlo? Corporación Caminos, 2003.
- Ley 375 de 1997
- Max Weber
- Historia de los jóvenes I. De la antigüedad a la edad moderna. Bajo la dirección de Giovanni Levi y Jean Claude Schmitt.
- MÍGUEZ, Hugo A. Uso de sustancias psicoactivas. Investigación Social y Comunitaria. Paidós, 1998.
- Informe Regional de Desarrollo Humano 2008.
- MADDELANO Matilde, MUNIST Mabel M. La Salud del Adolescente y del Joven. OPS, Publicación Científica No 552 1995, p 37 – 40.